Los resultados preliminares de un nuevo estudio en el que participaron más de 6,000 adultos revelaron que los genes relacionados con la percepción del gusto influyen en la elección de alimentos y, a su vez, en la salud cardiometabólica.
Se trata de uno de los primeros trabajos en los que se examina cómo la genética vinculada a la percepción de los cinco sabores —dulce, salado, ácido, amargo y umami— se asocia al consumo de grupos de alimentos y a factores de riesgo cardiometabólico, señala un comunicado de la American Society for Nutrition.
Los resultados sugieren que los genes que determinan la percepción del sabor podrían ser importantes a la hora de desarrollar una orientación nutricional personalizada dirigida a mejorar la calidad de la dieta y a reducir el riesgo de enfermedades crónicas relacionadas, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.
“Sabemos que el sabor es uno de los motores fundamentales de lo que elegimos para comer y, por extensión, de la calidad de nuestra dieta”, señala Julie E. Gervis, de la Universidad Tufts.
A su juicio, “tener en cuenta la percepción del sabor podría ayudar a que la orientación nutricional personalizada sea más eficaz al identificar los factores que impulsan las malas elecciones de alimentos y ayudar a las personas a aprender a minimizar su influencia”.
Por ejemplo, si las personas con una fuerte percepción del sabor amargo tienden a comer menos verduras crucíferas, se podría recomendar que añadan ciertas especias o que elijan otros tipos de verduras que se alineen mejor con su perfil de percepción del sabor.
Para evaluar si las variantes genéticas responsables de la percepción del sabor están asociadas a la ingesta de determinados grupos de alimentos y a factores de riesgo cardiometabólico, los investigadores utilizaron datos de estudios previos de asociación de todo el genoma.
El objetivo: identificar las variantes genéticas asociadas a cada uno de los cinco sabores básicos.
Utilizaron esta información para desarrollar una nueva medida conocida como “puntuación poligénica del sabor”; por ejemplo, una clasificación de este tipo más alta para el sabor amargo significa que una persona tiene una mayor predisposición genética a percibir sabores amargos.
Los investigadores analizaron las puntuaciones poligénicas del gusto, la calidad de la dieta y los factores de riesgo cardiometabólico de 6,230 adultos —incluidos en el Estudio Framingham del Corazón—; estos factores de riesgo incluían el perímetro de la cintura, la presión arterial y la glucosa plasmática, así como las concentraciones de triglicéridos y colesterol HDL.
En general, el análisis identificó ciertas asociaciones entre los genes relacionados con el sabor con los grupos de alimentos y los factores de riesgo cardiometabólico.
Los datos revelaron que los genes relacionados con los sabores amargo y umami podrían desempeñar un papel nespecial en la calidad de la dieta al influir en la elección de alimentos, mientras que los genes relacionados con el dulce parecían ser más importantes para la salud cardiometabólica.
Por ejemplo, el equipo constató que los participantes con una puntuación poligénica de sabor amargo más alta comían casi dos raciones menos de cereales integrales a la semana en comparación con aquellos con puntuación poligénica de sabor amargo más baja.
También observaron que tener una puntuación de sabor poligénico umami más alta se asociaba con el consumo de menos verduras, sobre todo rojas y naranjas, y que tener una puntuación de sabor poligénico dulce más alta tendía a asociarse con menores concentraciones de triglicéridos.
Los investigadores advierten que los resultados de este grupo específico no son necesariamente generalizables a todo el mundo.